Por Juan Monserrat Castillo Molina
Por más solemne que parezca la liturgia del Poder Judicial, la ceremonia vivida en el Congreso del Estado tuvo un aire de refundación política que no pasó desapercibido. Ahí estuvo Carlos Peña Ortiz, alcalde de Reynosa, celebrando lo que definió como “un nuevo capítulo para la justicia en Tamaulipas”. Y no es para menos: más de 140 magistradas, magistrados, juezas y jueces rindieron protesta como parte de este nuevo andamiaje judicial.
La fotografía oficial habla por sí sola: un Poder Judicial reconfigurado, con la mirada puesta en la magistrada presidenta Tania Contreras López, sobre quien recaen expectativas de liderazgo y resultados. El espaldarazo no vino solo del edil reynosense, sino de la narrativa mayor: la del gobernador Américo Villarreal y, claro, de la presidenta Claudia Sheinbaum, cuya sombra política se deja ver como aval y garante de esta transición.
Más que un trámite protocolario, lo de ayer fue un mensaje político: se acabó la época de los jueces que jugaban al alfil de la conveniencia. La justicia, al menos en el discurso, se viste ahora de independencia y se promete como motor de paz. ¿Será? Ahí está la jiribilla: la ciudadanía, acostumbrada a que la toga se manche con intereses, espera más que discursos y selfies solemnes.
Carlos Peña Ortiz jugó bien su papel: reconocer, aplaudir y sumar puntos en la narrativa de “transformación judicial”. Lo cierto es que este capítulo apenas comienza y el verdadero examen será cuando los nuevos juzgadores tengan que resolver casos incómodos, donde la política y la justicia suelen cruzarse en un tablero que nunca es inocente.
Porque entre discursos de imparables y promesas de refundación, la justicia sigue debiendo algo más que solemnidad: resultados que se sientan en la vida de la gente.